Supongo que todos tenemos esa época en la que pensamos que nuestros padres son más un estorbo que otra cosa, pero que inocentes somos.
Ahora con 20 me he ido y recuerdo que a medida que iba llegando la fecha de partida, me entristecía porque ha llegado un punto con mi familia que ya no discutimos a penas. Evidentemente siempre tendremos nuestros roces, pero no a nivel de cuando tenia 15-16 años o incluso con 18. Madre mía que años.
Obviamente no solo por la familia, si no también por las amigas y por el miedo de no encajar porque hay gente que al menos tiene a alguna amiga, pero yo no. Iba completamente sola porque quienes conocía no eran amigos, si no conocidos y la verdad, ganas de quedar con ellos no tenía.
Estamos a 14 de diciembre y me queda una semana para volver a casa. Tengo ganas. Ganas de ver a mi perra y a mis gatas que las echo muchísimo de menos. Ganas de ver a mi familia y decirles lo bien que me va todo. Ganas de poder pasear tranquilamente sin tener que ir esquivando a la gente. Y sobretodo, poder ver el mar. La paz que me daba ir a pasear por la orilla, poder tumbarme en el suelo y ver las estrellas.
Soy muy feliz aquí pero también echo en falta ciertas cosas que desgraciadamente Barcelona no me puede dar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario