domingo, 9 de diciembre de 2018

Reconstruirse

Al principio tenía miedo al cambio. Supongo que, como todos, tenía miedo de que no me gustase lo nuevo; de sentirme sola y no encajase con nadie, ya que me tocaba alejarme de quién me había ayudado a salir del pozo sin fondo. 

No os lo negaré, al principio no me sentía a gusto. Quería volver. Las noches eran muy largas y, como de costumbre, no tenía ganas de ir a clase.

Pero poco a poco me he acabado acostumbrando, me he adaptado y he hecho nuevos amigos. Obviamente no he dejado de lado mis amigas; es más, creo que esto nos ha servido para fortalecer más la amistad. Me paso 24h hablando con ellas. Ya sea cuando salgo del metro y les llamo de camino a casa o hacemos videollamada por la tarde o voy a hacer algún recado.
Este cambio me ha servido para confiar un poco conmigo misma. Para darme cuenta de que puedo hacer más de lo que creía y sobretodo, ser feliz. Ser capaz de dar una respuesta sincera a la pregunta "¿Estás bien?".

Me alegra mucho que la gente se alegre por mí y me diga "Se te ve muy feliz, se te nota en la cara." Porque esto demuestra que sí, que he cambiado tanto por fuera como por dentro y joder, que gusto. 

Han sido dos años muy largos; he pasado de no querer que se me acerque nadie, a no querer perder a quién tengo a mi alrededor. De no ser capaz de desahogarme por el qué dirán, a llorar si hace falta porque sé que tengo a alguien que me escucha y quiere ayudarme. De menospreciarme, a empezar a quererme un poco. Y, sobretodo, el más importante personalmente, de hacerme daño como método de escape, a luchar por lo que quiero. Ojalá dure, aunque se que estoy en una cuerda floja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario